Adolfo Castaños
Prólogo
Una
poesía limpia y directa de expresión, sincera, como es todo lo que
coincide entre obra y vida. En este caso, todo lo que es verdadero
incide en su traducción al poema.
Yo
admiro todavía estos hechos porque ya no pertenecen al mundo
artificioso de la escritura, sino a una verdad cada vez más
destruida.
«A
mí -dice Adolfo- me resulta imposible falsear la verdad con
literatura». En efecto,
Kafka no era un escritor, sino un hombre que se traducía a sí mismo
(y muy bien por cierto).
Carlos
Oroza
Madrid,
marzo 177
Se hace muy difícil
escribir con esperanza cuando el entorno en que te mueves es triste y
desesperanzado. Se hace terrible querer dar consignas de alegría
cuando uno ve que tanto lo cotidiano como lo futuro tienen esa mezcla
de lo inocuo y de lo desgarrado, de lo falso y de lo triste, de la
muerte y de la enfermedad. ¿Qué hay que decir? ¿Cuál es nuestra
postura cuando, llenos de vida, vemos ceñirse la muerte, sin
estrépito, eso sí, pero lenta y segura, sin vacilar...?
Y,
lo que es más triste, es que esa muerte no es algo que se oponga a
una vida creada, sino que campa por sus respetos sin oposición. Y
más aún latiendo y creciendo en todos nosotros. Todo es muy
relativo; hace falta despojar a las palabras de grandilocuencias y
adaptarlas al sentimiento verdadero, sin otra mediatización. Hace
falta tener coraje para decir la verdad. Pero yo, os lo confieso, no
tengo otra solución. Desde pequeño me enseñaron mis seres cercanos
a decirla y, aún sometido a la tragedia como todos, siempre intento
oponerle resistencia interior.
Claro
está que por relativa mi verdad no es absoluta y me libraré de dar
consignas de tristeza ni de ninguna otra cosa. Simplemente, me dirijo
a quien me quiera escuchar y le hablo en voz alta de lo que pienso,
de lo que veo, de lo triste que veo todo y de lo feliz que me haría
verlo alegre. Ofrezco mi voz con todo lo que puede tener de ayuda
para aquellos que desean cambiar o que desean cambiarse ellos para
cambiarlo todo; para aquellos que creen en el ser humano.
Estos
poemas, o lo que sean, que siguen, son el fruto de unos pocos años
de vida y son una pequeña recopilación de mis sentimientos y
reflexiones de éstos. Hará pronto unos cinco años que plasmé en
un papel el primer verso. Pero yo soy de los convencidos de que los
poemas no tienen tiempo, que la vida no tiene tiempo; que el tiempo
se ha hecho para controlar, para reprimir. Por consiguiente, pienso
que lo que haya podido escribir tienen mis 22 años y aún más, lo
que he mamado, la gratitud, rebeldía y grandeza de mi madre; el
permanente aliento de mi hermano, verdadero sostén de mi obra
poética, y de todos los demás seres que me han rodeado y me rodean
en este instante.
Aunque
en el tiempo que he escrito todo esto mi visión de la situación ha
cambiado mucho -casi diría que se ha alterado por completo-, todos
los versos tienen algo en común: el deseo de la felicidad de mis
semejantes y mía con ellos. Son cinco años de escribir aquello que
deseaba, aquello que veía, siempre igual. Claro está, no siempre
que se mira se ve lo mismo, depende de tu campo de visión, y también
de lo que vayas a mirar.
El
título, después de esto último que os acabo de decir, os chocara,
«La libertad y el
desarraigo»... «Cómo
podrá decir éste que siempre ha escrito para lo mismo, si separa su
obra en dos partes tan contrapuestas», os preguntaréis. Aunque
muchos de vosotros en los poemas veréis la respuesta, para otros
diré que siempre he escrito para la libertad, para cada vez caer en
la mayor en el mayor de los desarraigos, sólo salvado por mi gente,
por la poca gente totalmente apiñada a mí, que es mi mayor motivo
de vida, como dice mi amigo Carlos Oroza: «Para mi amigo y yo la
libertad; para vosotros la puerta del cansancio».
Hoy
estoy, por eso, para hacer feliz a mi gente, a quien quiera ser mi
gente. Es mi mayor motivo de felicidad, esperando el cambio de todo y
cambiando yo, como digo en uno de mis poemas. Creo que es la forma
más eficaz de colaborar a darle la vuelta a la tristeza.
Para
acabar, dar el mayor de los abrazos a toda la gente que ha hecho
posible que haya tenido una continuidad en mis escritos; a todos los
que se han interesado por ellos y con su presencia me han dado fuerza
para seguir. Y a todos los que ahora se disponen a leerlo y a
comunicarse conmigo. Es mi mayor satisfacción.
A
pesar de lo pretencioso que puede ser tanta explicación, os diré
que me resultaba inevitable hacerlo para ordenar y aclarar tanto
sentimiento a borbotones.
Adolfo
Castaños
Poemas
de iniciación a la libertad y
felicidad
de los seres humanos
Yo supe que no sabía
cuando empecé a
preguntar,
las dudas que yo tenía
y me hicieron callar
∞
Entrega, pero no
esperes;
da y no digas dame a
mí;
sé
consecuente
en tus actos
y arrastrarás el
sentir.
∞
Por encima de barreras
que cercenen tu sentir
está tu esfuerzo en
la vida,
tu deseo de vivir.
∞
Donde tú vayas iré
yo,
que no me vendo;
contigo siempre en
marcha,
no habrá sufrimiento.
Palpitando el corazón
en tus latidos
por el ser que murió
y no ha vivido.
Para que por siempre
viva
contigo el que ha de
nacer,
libertad te abraza el
hombre
que contigo ha de
crecer
Protégete del servil,
aquél que siempre te
adula;
que el servilismo es
enfermedad y sin cura.
El miedo a lo que
vendrá
sigue como una huella,
que debemos de borrar
para romper las
cadenas.
La producción y el
consumo;
el deseo de gastar;
dolores que provocamos
para pastillas tomar.
Viento y ser humano:
luz.
Poder e ignorancia:
cruz.
No hay fronteras que
separen
a los pueblos cuando
sienten,
las ansias de derribar
a quien oprime y les
miente.
Yo no espero en los
rincones
a que llegue la
ilusión;
como ciego en plena
calle
vivo, lucho y digo no.
Para ver que es
necesario
antes de mirar,
sentir.
Si lo traduces sabrás
lo que es para mí
vivir.
No creo en la palabra
de ejercicio
espiritual.
Sólo creo en la
palabra
cunado brota libertad.
La vida no está
exigiendo vida
y no muerte prematura.
Que en todos nosotros
haya
una honesta y fuerte
duda.
Unirme, pero no
atarme;
caminar y caminar...
y sentirme vinculado
a todo lo que es
verdad.
Allí donde hay pureza
me siento por
adopción.
Podrán separarnos
tierras.
Nos unirá la ilusión.
Mi deseo, mi canción
y tú.
Quisiera que estén
unidos
por algo que sea luz.
El viento me dice
cosas
que no puedo traducir,
Pero me da una
inquietud
que hace que a todas
horas
esté buscando la luz.
Lo que siento es que
os vayáis,
golondrinas que
voláis.
Mucha mentira:
opresión
mucha tradición:
palabras
¡tanta
insatisfacción!...
Ha de brotar nuestra
voz.
No porque sea de oro
dejará de ser prisión
ese mundo en que te
mueves,
al que llamas
posición.
Pájaros que vais
volando.
Pájaros que os
matarán.
Pienso que os están
matando
porque enseñáis a
volar.
La dimensión de los
hombres
no la mido con
patrones.
Me llaman sus
acciones.
Nos trajeron,
nos engañan,
nos adulan y nos
mienten.
Frente a todo esto:
siente.
Mis penas, mis
alegrías,
todo es uno mi vivir.
No acepto que me
conduzcan
hacia donde tengo que
ir.
Cuando muera, que me
entierren
donde cualquier hombre
quiera;
que es en vida cuando
quiero
luchar y buscar la
tierra.
Cuando la razón
impera,
lucho contra la razón.
Cuando la razón
oprima,
luchad contra la
razón.
Frente a dogma
razonado,
se opondrá siempre la
creación.
Si el corazón es
cerebro,
quiero ser
intelectual.
Quiero ser de raíz
fuerte,
esa que nunca se
rompe,
que le pegan mil
hachazos
y la mantiene su
norte.
Me llamaba el viento;
dije: vengo.
Siento.
La paloma voló;
el árbol ya se secó;
el perro palideció;
el hombre se marchó;
sólo el pueblo se
quedó.
Aunque la ley me
controle,
nunca serviré a a
ley.
Cuando un acto me
motiva,
nunca me fijo en la
ley.
Siempre pienso en mi
deber.
Siento que nada es
inútil,
que todo es
proyección.
Siento más fuerte la
vida
que toda la condición.
Busco;
miro;
veo;
tengo.
Me matarán:
mil nacerán.
Doctor que tan sólo
sirves
para diagnosticar.
Cuándo te habrás
dado cuenta
que tu trabajo es
curar.
El corazón me salpica
y no me deja estar
quieto.
Y si le digo que pare
dice: ¿para qué te
han hecho?
Condenar al ignorante,
no es ni orgullo ni
honor.
Combatirle es
defenderle;
esta es nuestra
posición.
El equipaje que
dificulta el andar...
Ya debemos empezar
a lo superfluo dejar.
-->
Valor, heroísmo,
verdad.
Y no están en
santidad.
-->
… Y gritan:
¡libérate!
Lo sientes en tus
entrañas,
cuando sales de mañana
y los encuentras al
pasar.
Lo gritan y están
callados,
Porque quien grita
eres tú.
Tú mismo, que te
reprimes.
Tú mismo, Que ves la
luz...
La
constatación de la tragedia cotidiana
Tantas noches y
mañanas
sin podernos
encontrar.
Tantos días, tantos
años,
sin tener común
lugar.
Libertad, eres más
bella
que oro, orden y
honor.
Que nadie te
condicione,
ni te someta al cajón;
que caminen con
nosotros,
hacia el ser, hacia el
amor.
La sombra que penumbra
se va haciendo;
el hombre que en
penumbra ha de crecer;
los ojos hechos para
ver la vida,
se ha hecho cronistas
de desilusión.
De tiempo rutinario,
día a día,
horario inflexible
hasta en la distracción,
de seres que lloran
con su risa,
de risas hechas con
programador.
Yo me quiero rociar de
los encantos
de la dulce palabra
verdadera;
de la ansiada
esperanza
del que espera.
Del que espera sin
estar sumido
con la frente y con la
voz.
Que apunta alto.
Y la fe y el corazón
fuerte en la vida.
Yo aquí, en estos
días,
o allí, todos los
días,
en las noches y en las
horas,
en el tiempo,
llamando a dignidad,
porque ella es mía.
Di: ¿qué enfermedad
es aquella
que el doctor no puede
diagnosticar,
medicina necesaria en
nuestra vida,
un remedio para
nuestra enfermedad?
Hay enfermedad de la
que el doctor no entiende.
Y es de vital
importancia curar.
Enfermedad de la que
no es corriente
en las calles hablar.
Di: ¿qué enfermedad
es aquella
que el doctor, como tú
y yo, está igual?
El curso de los días
y su caminar.
La poderosa influencia
del azar.
La historia decidida a
espaldas nuestras.
Los cambios que
provienen sin saber.
Años que a su paso
arrastran vidas,
perdidas sin saber por
qué.
En los rostros de
hastío de a diario.
En la muerte aceptada
sin querer.
Nunca habrá una sola
verdad.
Pero sí una
conciencia,
que nos la hará
buscar.
Y nunca será la
misma,
pero será la verdad,
si la búsqueda
constante
genera libertad.
Que tu risa no sea
nunca asalariada;
y espontánea brote
siempre de tu faz.
Y tu llanto salga
vivo, sin mentira,
que a nadie busque
nunca impresionar.
Que sepamos y sintamos
que, en los tiempos,
en que todo nos
enseñan a vender,
aún tenemos ese arma
infalible,
que es dar toda la
verdad de nuestro ser.
Aquel hombre se
encontró la inmensidad: venía de frente.
Al pasarse junto a
ella tambaleó.
Y cayó entonces en
cuán débil
era el mundo que antes
le sustentó.
Fue a encontrarse
hacia otro mundo: no llegó.
Porque el tiempo nunca
pasa sin ser tiempo.
Y nos deja unos vacíos
que tenemos que llenar.
Se dio cuenta entonces
que tampoco
con el refugio
esperado podía contar.
Vegetó, se quedó
quieto, esperando.
Esperando lo que nunca
le llegó.
Y por primera vez es
su vida: pensó.
Y aquello que
dijisteis irrealizable,
a la puerta os viene a
llamar.
No os sorprendáis de
su presencia,
simplemente contestad.
Y dejaros de
principio,
olvidaos del final.
Es la respuesta a este
tiempo
la que os quiere
acompañar.
No os confundáis;
este tiempo,
no es hoy, ni es
mañana, ni fu ayer;
nuestro tiempo es
tiempo nuestro,
nuestro quiere decir:
ser.
Y del loco que rompe
los silencios,
con gritos aparente
incomprensibles;
que pregunta y escucha
cuando cree que debe
preguntar.
Y que grita, insulta y
patalea,
cuando no se le quiere
contestar.
Del que todo lo
discute
y nada acepta de
antemano,
Todo me une, a su lado
yo estoy.
Y siguiendo el hilo de
su existencia,
interpreto su sentir,
digo; yo soy.
Soy ese que ahora se
declara,
Solidario hasta morir,
de esos locos que
ahora hablan,
esperando un día
poder oír.
Que se encuentran en
su tierra,
hoy «Loquilandia»:
esa que mañana será
vivir.
Que no corra el
peligro tu martillo
de que le pueda
conducir la excesiva precisión.
Y queriendo darle
bien, para que nada pierda,
le dé tarde, cuando
no haya nada a hacer en el dolor.
Es conveniente que el
martillo sea lluvia,
que golpee fuertemente
y sin cesar.
Qué importa que a
veces se pierda,
y no deje rastro en el
lugar ...
A la lluvia que se
pierde la acompaña
la que riega y
alimenta el gran hogar.
Y mucho más que
precisión, rezuma vida,
vida que nos muestra
libertad.
Mantenerse siempre
fiel, inexpugnable,
a la vida que sentiste
en ti nacer;
al principio que
alimenta tu esperanza,
de que un día
perseguido no has de ser.
Mantenerse en el deso
de ir creciendo,
encontrando cada día
ese algo más,
que permite ir,
buscar, con alegría el mañana,
para vivirlo con la
entera libertad.
Para encontrarse día
a día con la vida
y con las gentes que
acompañan el amar,
arquitectos y obreros
de la vida,
gestadores de la nueva
dignidad.
Abrázate a todo aquel
que te escuche,
que distinga tu voz
del clamor.
¿Quién dijo que un
hombre solo no es nada?
Un ser solitario puede
ser amor.
Que si hay masas sean
conjuntos de seres,
y no gritos uniformes,
sin color;
que cada uno seamos
pensamiento,
que cada uno seamos
canción.
Que no nos reduzcan un
palmo,
que nunca cedamos
nuestro sol.
Fue una voz la que se
elevó sobre la histeria.
Fue una voz la que al
clamor apagó.
Era la voz que
replicaba en las conciencias.
Era una voz. Era una
sola. Era la voz.
Todo puede perderse en
un instante,
cuando reposa en
fundamentos de papel,
cuando quedan
separados de la vida,
el nosotros, el yo, el
tú, el él.
Destruir las escaleras
que conducen hacia el pódium;
derribar todas las
torres de marfil;
fomentar la libertad
en nuestro suelo;
dar lo bueno sin
esperar nunca el sí.
Quedar en tierra, pero
volando;
volando hacia las
nubes, al vivir.
Y cuando ya casi todo
lo veas perdido,
acuérdate,
de aquellos en que
pocas veces reparaste,
a no ser como
estadística, en tu ser.
Ve con ellos, al bar
donde se reúnen,
y con ellos de calor
embríagate.
No rechaces ningún
vino que te ofrezcan,
es premisa
indispensable para ver.
Aunque luego salgas
con la vista nublada,
tu corazón habrá
aprendido a ver,
y tu fría y aplaudida
eficacia,
a otra nueva enseñanza
ha de acceder.
Verás que aquellos
que veías
defendido por tu
palabra fugaz,
son distintos a como
te imaginabas,
son distintos, lo
verás.
Tú que tan sólo has
producido camaradas,
en amigos habrás de
pensar.
Rotos están los
caminos que se hicieron,
pero queda en el
ejemplo lo que fueron...
Que el camino, aunque
roto,
siempre es nueva
libertad.
Porque aún en el peor
tiempo,
siempre enseña que se
puede caminar.
Enseñaron a la nada,
según dicen,
mas la nada es como el
eco, viene a ti.
Y siempre los nuevos
caminos
brotan del nuevo
sentir.
De nada sirve
romperlos,
ya que vuelven a
salir.
Los caminos que se
hacen,
brotan a la hora del
fin.
Agarro la libertad con
mi boca,
y me paro con ella a
su encanto inhalar,
y una vez oxigenado,
voy pasando
firmemente en la
alegría y el dolor.
Porque sólo vivo
mientras vivo,
porque sólo cuando en
mí siento mi voz;
cuando ando, paso,
paro y gozo,
es entonces cuando
estoy en armonía con mi yo.
Me senté, y hacia mí
vino alguien que no conocía yo;
se marchó, y en todo
el tiempo que en mí estuvo
no se me identificó;
al principio estuve en
tris de preguntarle,
pero su arrullo
posterior me convenció,
porque vi cuando
miraba, me di cuenta,
que a mirar nadie te
enseña,
has de buscar.
Y es así, y así será
nuestro viaje;
hoy parados en la
estación de la paz,
esperando el despegue
deseado
hacia el bello oasis:
libertad.
Más tarde negarán lo
que estás viendo,
en nombre de la lucha,
o de la paz;
profetas y los
cuervos, mano a mano,
irán a destruir tu
libertad.
Dirán que el
desarraigo es culpa tuya;
que te apartas de la
realidad;
que rompes el eslabón
de una cadena;
que hay cosas que no
se deben aceptar.
Que hay lujos que no
deben concederse;
pensar, en lugar de
trabajar.
Produce, lucha,
cumple, trabaja:
un pueblo está en
camino de llegar.
El orden nunca será
negociable.
La paz juramos
defender.
Estamos en camino de
la lucha.
Mañana vivirás
mejor, más bien.
Mira a tu nuevo
hermano, camarada.
Mañana lucharás
también por él.
Ya sé que ayer fue
quien te golpeaba,
pero hoy todo cambió;
lucha por el.
Qué pena comprobar
que voz y voto
en voto sólo se han
de condensar
y que mi voz, y que tu
voz, como está escrito,
mañana tendrán que
silenciar.
Votarás a los nuevos
uniformes,
o las viejas
vestimentas del ayer.
Y entre voto, paz,
orden, trabajo,
se irá diluyendo
nuestro ser.
Iban cogidos de la
mano,
era muy tarde,
todavía no había
salido el sol.
Eran los restos de
algo huero, desechado;
eran los restos de un
tiempo que pasó.
Era la historia la que
los había unido,
era el desdén por el
tiempo que marchó,
era el terror a lo que
se avecinaba,
era todo un
desasosiego, eras tú y yo.
Porque fuiste tú
quien sonreíste,
yo pensó es ella, ya
está aquí,
y abrazados hacia el
nunca, hacia el mañana,
nunca nos hizo falta
el sí:
el camino, la ilusión,
el yo, el silencio,
la miseria, la
alegría, el terror
fueron ya, serán, hoy
son,
como el aliento de un
ente,
como el decir quiero:
el soy.
Se busca al
delincuente más buscado,
su búsqueda se
recompensará.
Robó el tiempo que no
tenía,
y se sentó insolente
a ver pasar;
respiró el aire que
no le correspondía,
bebió agua y permiso
no pidió.
Se ruega
encarecidamente piensen
el mal que hacen a la
sociedad.
Se quitan la corbata y
el sombrero
y hasta el vestido un
día se quitarán.
Les dimos de comer y
se rebelan;
se cansan y no quieren
trabajar;
el cáncer de cebolla
los domina;
la subversión llegó
a este lugar.
¿Será conspiración?,
¿será carcoma?,
¿será libertinaje?,
¿qué será?
¡Pensar que la
reserva de occidente
camina a abrazarse con
el mal!
Se busca al
delincuente que se ríe.
Se busca al
delincuente; se busca a la verdad.
Y es inútil que
busquéis,
programéis, ni deis
más vueltas;
el suicida existirá
mientras exista la
Tierra.
Como existe el
corazón,
para vosotros arteria.
Y es inútil que
pidáis
maravillas a la
ciencia;
maravillas dan los
magos,
las montañas o la
Tierra.
Programad, pensad,
buscad,
administrad nuestra
Tierra;
las cuentas nunca os
saldrán:
olvidáis que pisáis
suelos
que pueden
resquebrajar,
que hay algo que se os
opone:
vida humana, voluntad.
Entonces apareciste;
cuando perdido,
camino del nunca más,
iba al borde de esa
nada
que me asusta hoy al
pasar.
Fue entonces cuando te
vi,
pensando que eran mis
sueños...
El sueño, única
verdad,
todo lo demás es
menos,
sólo es realidad.
Te vi y tras de ti
estoy,
feliz y reencontrado;
juntos tendremos que
estar;
tú me diste a probar
frutos
que motivan a pasar
por la ardiente
presencia:
goce, dolor, voluntad,
tierra, hombre y
libertad;
que hacen del existir
vida
y no cualquier
cantidad.
A la vida
Sales de frente,
vas hacia mí.
Vienes toda hermosa,
me empujas a ir.
Veo la calle
y quiero salir.
El sol sale, y la
mañana,
anuncia otro día más.
Que cuando acabe ese
día,
no sea otro día
igual.
Hay que crear cada día
nueva vida en nuestro
andar.
Despojarse de la falaz
investidura
y revestirse de la
cálida verdad;
abrazarse a la
existencia, día a día,
esperando cambiar la
realidad.
Quebrantar los
decorados,
que están borrando el
paisaje;
respirar el bello
fruto natural.
Destrozar la economía
de mercado,
dignificar la palabra
libertad.
Y dar vida al
sentimiento que uno vive,
beberse entero el
calor,
de aquellos que a tu
lado te lo ofrecen,
con su presencia, con
su mirada, con su voz.
Todo podría cambiar;
estamos agazapados,
soñando con caminar.
Se dan la mano, van
juntos, tiene la misma misión,
el arquitecto de la
jungla y el confesor.
Porque nuestro corazón
siempre está arrinconado,
por el cerebro, por la
razón.
No te empeñes en
buscar perlas donde no hay agua,
no dejes que
administren tu andar;
hasta el derecho a la
muerte nos imponen;
de tu cuerpo tú no
puedes disponer.
Recogemos día a día
la mentira,
respiramos heder,
putrefacción,
y, tamizada,
adulterada, en nuestros huesos
la convertimos en
costumbre, en respecto, en consideración.
Lo mejor de nuestra
vida nos resulta imperceptible,
tristemente lo dejamos
pasar;
hacemos nuestras las
consignas, la paciencia,
divagamos, bendecimos,
consolamos
y dictamos;
ayudamos a hacer
crónica la conmiseración.
Abrazado a la utopía
yo camino.
Si todo es mentira,
me engaño, me fabrico
la mejor.
Reflexiono en fuerte
voz
y digo claro
lo que quieren ver mis
ojos,
lo que quisiera
atender.
Porque nada cambiará
si todo cambia,
mas quien no cambia
soy yo;
presto estoy a ver el
cambio;
mientras tanto, cambio
yo.
Por
si tú quieres saber
por
quién estoy yo llorando,
he de hacerte
comprender
que yo no lloro por
nadie,
sólo quiero estar con
él.
Porque esos que cada
instante te liberan,
que
por ti
están dispuestos a pensar,
merecen una opinión,
una respuesta, un pensar.
Merecen estar buen
lejos del lugar donde haya libertad.
Licenciar,
librar,
libertar,
rescatar,
soltar,
desencarcelar,
desencerrar,
desencadenar:
pensar.
A la c.n.t.
Y vendrán, y
volverán, vendrán de nuevo;
siento que nunca
llegaron a marchar
y estuvieron presentes
en nosotros
alentando y alertando
nuestro pensar.
Estuvieron unidos a
nosotros sin saberlo
nunca usaron la
jactancia, nunca insistieron,
nunca dijeron estoy en
ti.
Pero se siente su luz
y su presencia
y con nosotros ellos
vuelven a vivir.
Nadie sabe si algún
día se murieron;
nada dice un triste y
gris certificado de defunción;
eso a veces es
apresuramiento por matar
por enterrar lo que
vivió.
Nada más digo que las
cosas percibidas...
Poco o nada más puedo
agregar.
Que mi vivir y el de
otros, y el de tantos,
a los que siento, que
me ayudan, que me incitan
y pensando en ellos
con verdad puedo decir:
que volverán, que
volverán lo que fue nuestro,
lo que quisieron
sepultar y hoy está aquí.
A la tristeza
Era todo un deseo de
fiesta
la canción;
pero cuando se acaba
era dolor.
Eran olas, son olas,
que siguen buscando el
mar.
Y se encuentran con el
río.
Y con el río, la
ciudad.
Y con la ciudad, la
bruma,
la estructura, el
cajón.
Demasiado triste todo
para que viva una
flor.
Y así la flor, la
canción,
la tristeza, la
esperanza
salten de la misma
voz,
que hoy llora, después
ser ríe,
que quiere abrazar el
sol.
Vino, vio, llegó y
venció
la mentira, en nuestra
tierra,
militante siempre en
guerra,
aunque de paz nos
habló.
Y los muertos que mató
acompañan hoy la
esencia,
la irresistible
ascendencia
de aquello que no
murió.
Por eso, aunque la
verdad
tenga encima una losa
o una fascista bota,
siempre será
libertad.
Con un candor
atrayente,
por saberse existente
en lo más hondo del
ser.
Tenía forma de acorde
su presencia,
de la dulce melodía
del sentir,
de un agudo poco a
poco más intenso,
que latía y que
volaba desde mí.
Conversábamos los dos
dando calor a las frases;
expresión tras
expresión, vertíamos nuestra ilusión.
Yo adivinaba su
aliento entrecortado,
por la dulce e
impulsiva presencia del alcohol;
cuando mi mente volaba
a 630 kilómetros,
buscando el germen que
deja el amor.
Salté el tiempo; la
distancia;
y creé liberación;
destruimos el espacio
y me encontró con su
voz.
Con esa voz que está
en mi voz,
mi vida,
que me acompaña al
pasar.
La presencia vital y
libertaria
que da la vida a mi
entera libertad.
De aquella voz que
hubo gestado nuestra madre,
de la agradable
presencia en su mirar.
Debemos ser como niños
cuando aprenden a
mirar.
Tenemos que ser
nosotros,
siempre aprendiendo a
mirar.
La caliente filosofía
vagabunda,
filosofía a tumbos de
vivir,
quemada como pan a
fuego lento,
para poder ser y estar
allí.
Donde vive la
inquietud
de algo que nace,
de la anhelada
vivencia de vivir.
Hay un niño que
sonríe
que mañana su llanto
contendrá;
es el paso de la
protección
al desamparo,
de no tener a tener
uso de razón.
Es el paso de la
curiosidad
al tedio, al frío,
de la llamada muerte
natural,
acontecida en nuestros
huesos el mañana,
según pronóstico de
los sabios del lugar.
Música a nuestro
silencio...
...Se estaba oyendo el
rumor.
Mirábamos con
tristeza
nuestra lenta
destrucción.
Qué terrible es
nuestra muerte,
que no respeta el
dolor;
no deja el menor
resquicio,
implacable en su
canción.
Hay que luchar contra
ella,
oponer nuestro cando,
abrazarnos y salir a
reír juntos,
hacer frente a la
propia destrucción.
Quien no es capaz de
destruirse a sí mismo
es velero en noche
negra y temporal.
Quien no sabe estar
triste,
nunca hará feliz a
los demás.
Cuando soplan malos
vientos,
hay volver a entender
la libertad.
Nos miramos sin
hablar,
estamos dejando el
mar.
El silencio nos oprime
la garganta,
no queda resquicio
alguno para hablar.
Todo un bosque está
quieto, desafiante,
las garras de la
maleza allí.
Y llevados por el
viento del destino,
estamos llegando al
fin.
Ese final que se
estira y que se estira
y nunca acaba, ni
siquiera deja margen para ti.
Me he de negar a
olvidar,
he de pensar recrear
esta tragedia,
mi catástrofe, tu
afrenta, toda nuestra destrucción.
He de gritar en la
muerte,
que he de hacer
canción.
Paseabas frente al
mar,
el horizonte caminaba
hacia ti.
No te encontré,
porque día a día te
alejas,
te alejaban, nos
echaban del lugar;
nos decían que el
horizonte no andaba,
pero, está claro, no
era verdad.
Eran ellos, que nos
alejaban,
los que nos sacaban la
verdad;
nos meten el
sacacorchos en la boca,
nos preparan para el
nunca despegar.
Nos engañan, de vez
en cuando un progreso,
nos hastían, nos
cansan de nunca andar.
Esta es la crónica de
la lenta destrucción,
del hoy que acaba.
Esta es la voz que
parió la desintegración,
lo que rompía el
silencio y las costumbres.
La que te incita a
olvidar el dolor,
la voz que no podía
ser de otra manera,
la voz de nuestra
contradicción.
Cuando salíamos a la
calle, día a día,
era la historia
repetida siempre igual,
Era el silencio que
constante machacaba,
afloraba en ti cuando
empezabas a hablar.
Era las cosas
desprovistas de sus nombres,
era la vida obligada a
desazón;
era el sepulcro de lo
que nos unía al orden,
hasta el llanto en
público era subversión.
Eran los tiempos de la
muerte por ahogo interno,
eran los tiempos de
paz, progreso y unión.